
Adriana mira sorprendida el miembro. Largo, erecto. No puede evitar pensarlo. Es realmente grande. Muy grande. Tanto por largura como grosor.
Se recompone de su asombro y sonríe, lasciva. Lo acaricia con los dedos. La piel es tersa y suave. Finalmente se atreve a rodearlo con una mano. Con la otra, le masajea el extremo, entre puntiagudo y redondeado.
Esta tenso como la membrana de un tambor, y tibio en comparación con sus manos heladas.
Finalmente, con experiencia recaudada con el paso de los años, le desprende la capa que lo mantiene cautivo. Poco a poco....Hasta liberarlo.
Su olor característico sube hasta su nariz. Aspira con fuerza, disfrutando de ese aroma empalagoso.
El perfume natural solamente consigue hacerla desearlo más.
No lo soporta, y lo lleva hasta su boca.
Le rodea el nacimiento, con los labios. Y muerde con los dientes......Y Adriana se descojona en tu cara mientras se come el plátano.
Traga la fruta, terminándolo con rapidez y lanza la cáscara a la basura.
Los pequeños caprichos son lo más satisfactorio.
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